viernes, 16 de junio de 2017

Cuando todo va mal

No te lo dicen, pero a veces las cosas no van bien. Para dejar este sitio como está y no destruir lo bueno que tiene, nos pasamos a https://terapiadeblogweb.wordpress.com/


domingo, 7 de mayo de 2017

Libidinosa

Siempre se ha dicho que en el cuarto mes la mujer embarazada empieza a ver aumentado su deseo sexual, algo bastante difícil de creer si tenemos en cuenta que en muchos casos las náuseas aún no han desaparecido, la ciática empieza a dar por saco y los ardores hacen que no te puedas tumbar sin tener  una inclinación mínima de 50º. Además de que si se te ha llenado la cara de granos (como es mi caso) no te sientes la mujer más atractiva del mundo y piensas, dios mío, éste se va con otra que no tenga la cara como un Ferrero Rocher. Cierto es que igual con cualquier cosa que te haga tu pareja te pones a tono más rápido que de costumbre, pero eso no quiere decir que te pases todo el día pensando en

{Cariño, ya he llegado!}



...

domingo, 30 de abril de 2017

Humor amarillo

Esta semana me puse a escribir, pero finalmente he decidido cambiar el texto (dos veces) porque estoy segura que hubiese ofendido a más de uno. Los cambios de humor pueden ser bastante frecuentes durante el embarazo y la verdad es que esta semana he estado un pelín más rebotada de lo normal. Quería hablar de aquellos que te dicen lo que no puedes hacer como si fueras estúpida y no tuvieras sentido común, pero me cuesta encontrar una manera que no sea agresiva, porque lo primero que me viene a la cabeza es “oye, que no estoy inválida ni soy gilipollas” y no es la forma más adecuada, lo reconozco. Aunque es lo que pienso realmente. Ninguna embarazada necesita que le digan qué puede o no hacer pues, aunque parezca mentira, nosotras mismas vamos sabiendo dónde tenemos el límite cada vez. Por ejemplo, el mes pasado podía tender la ropa en el tendedero que cuelga fuera de la terraza y ahora ya no puedo. Ya no lo hago, no porque me lo haya dicho una vidente, sino porque tengo que hacer fuerza con los riñones y no me dan. Lo he descubierto yo sola, ¿qué te parece?

Conforme van pasando las semanas puedo hacer menos cosas o me cuesta más hacerlas, es normal, pero a veces me invade un sentimiento de impotencia cuando quiero hacer algo y mi cuerpo se queja. Ni qué decir de recoger cosas del suelo, que empieza a ser un problema ponerle el pienso a los gatos (estoy acomodando la secadora para ponerles los platos ahí encima y todo) porque ¿qué me queda de poder agacharme? ¿dos meses? ¿tres? Por eso mientras pueda lo haré, lo mismo que fregar, pasar el aspirador o hacer lavadoras o puenting si me da la gana. Me revientan los consejos estúpidos, no sé si es que se me ve con ánimo o qué, pero llevo ya unos cuantos y me siento bastante descolocada porque con lo que nos ha costado quedarnos embarazados ¿de verdad alguien puede pensar que voy a hacer estupideces que pongan a lo que sea que llevo en la barriga en riesgo? ¿Tengo tanta cara de insensata?

“Vé con cuidado, descansa, acostúmbrate a que te hagan las cosas...” cuando dices que necesitas pegarle un repaso serio a la casa. Sólo quiero barrer, no cambiar los muebles de sitio.

“¿Trabajas en un autobús y de canguro? ¡ Agárrate y que no te salten encima eh!” cuando me preguntan si trabajo y si voy a seguir. Terminaré el curso y cuando pasen 4 meses después del parto volveré a llevar la ruta; con los niños estaré hasta que pueda, ellos saben que hay un “bebé” en mi barriga y que no puedo jugar como antes, pero jugamos.

“¿Y los gatos?” cuando comento que he de congelar la carne curada (jamón serrano, fuet, longaniza...) porque no he pasado la toxoplasmosis. Los gatos están bien, sé que no están enfermos porque de ser así ya tendría anticuerpos. Por supuesto que no les cambio el arenero por si un caso, pero ¿sabéis una cosa? hay todo un mito creado alrededor de los gatos como fuente de toxoplasmosis que se ha desvirtuado completamente. Mi comadrona me dijo que ni me acercara a ellos, que no los tocara, que no les dejara estar a mi lado porque podían contagiarme y lo cierto es que, de estar enfermos, para contagiarme yo tendría que tocar sus heces y chuparme los dedos unas doscientas veces. Para vuestra tranquilidad, no se me ha antojado todavía un polo de caca de gato. Ellos saben que me pasa algo, duermen cada uno a un lado si estoy sola, me siguen por la casa a donde vaya (cuando estoy sola, si está Dani asumen que él es quien me vigila) y responden enseguida cuando les hablo. Son un amor de animales y estoy segura que cuidarán al bebé cuando haya nacido como lo hacen con nosotros. Pese a todo, he de reconocer que al principio me lo tomé un poco a la tremenda, compré desinfectante para manos para limpiarme después de toquetearlos, pero se me pasó en cuanto supe que todo estaba bien (no sé si recordaréis que pasé dos semanas de infierno al no tener asegurado que el embarazo fuera viable y me obsesioné y desquicié con todo).

Las hormonas puede que me hayan vuelto más sensible, irascible e impredecible, pero no me han vuelto imbécil. Ni a mí ni a nadie que yo sepa.

Es de agradecer que te aconsejen, lo digo muy en serio, pero un embarazo no deja de ser una experiencia personal y privada, además de que si en una misma mujer de un embarazo a otro puede haber diferencias abismales, ¡cómo serán entre dos cuerpos diferentes! Lo que me ha funcionado a mí es muy posible que a otra no le funcione y viceversa, por lo que el día que yo vuelva a estar del otro lado podéis estar tranquilas, que no os aconsejaré en nada y sólo os diré lo mejor que me han dicho hasta ahora (y en muchas ocasiones):


“No le hagas caso a nadie. Nadie mejor que tú sabe qué es lo que ha de hacer.”

domingo, 23 de abril de 2017

¿Esto es en serio?

Estoy convencida al 100% de que todas hemos pasado ratos de auténtico pánico cuando, tumbada en la cama, de repente te das cuenta de que vas a tener un hijo y no hay marcha atrás. No porque te arrepientas (¡NO! ¡NUNCA!) sino porque de repente te da por pensar que vas a tener un saquito de caquitas que va a depender de ti al 200% durante muchos años. Y la que diga que no le entran sudores fríos miente. Bajo mi punto de vista es imposible que esto no le haya pasado a nadie más, teniendo en cuenta de que las inseguridades afloran como las lágrimas cuando ves un gatito cayéndose del sofá. A mí pensando en esto me viene a la cabeza la famosa frase de Illidan (World of Warcraft) que dice “NO ESTÁIS PREPARADOS” y claro, me empiezo a reír yo sola en plan “te estás haciendo la olla” pero de repente digo “espera, ¿y si no lo estoy?”. Afortunadamente esto suele durar poquito, igual lo piensas como 400 veces en un día pero unos segundos apenas. No, en serio, ahora estoy exagerando pero no puedo evitar pensar en lo que dicen de que un hijo te cambia la vida para siempre y ya no puedes hacer las cosas que hacías antes (recuerdo las declaraciones de SV por las que se le echaron a la yugular y la llamaron mala madre) que se acabó el tener vida íntima, levantarse tarde, gandulear... pero mira, yo me considero una persona bastante vaga en algunos aspectos y a todos nos gusta dormir de más el fin de semana y salir hasta tarde, pero tan terrible no será cuando la gente se queda con sus hijos. ¿No?

Lo que si que me ha pasado muy a menudo a lo largo del primer trimestre es pensar si realmente estaba embarazada ya que no había síntomas visibles y evidentes. Yo, salvo por algunas cosas, me he encontrado bien. No tenía síntomas que no hubiese experimentado con anterioridad excepto lo mejor de todo de cuando estás embarazada: la ausencia de menstruación. Entonces pasas los días tan ricamente, hasta que llega el momento de la eco y ves que sí, hay una cosa en tu útero que se mueve y está vivo. ¡Está vivo! Y caes en la cuenta de que es verdad, eso que se ve en la pantalla es real ¡y lo tienes dentro! Y los siguientes días estás atenta por si notas algo diferente, intentando poner todos tus sentidos en la zona para captar cualquier movimiento furtivo, deseando que pasen los meses para volver a oír su corazón, porque tener eso ahí y no poder asegurarte cada día de que está bien es un horror, hasta el punto de querer comprarte un estetoscopio para buscarlo tú misma, porque si con el micrófono de la comadrona se oyó, tu tienes que oírlo también. Yo intenté probarlo, pero el estetoscopio que tengo a mano es una chufa y no me encontré ni mi corazón, así que...

Todos estos pensamientos y reacciones tienen su razón de ser, y no me habría preocupado tanto si le hubiese hecho algo de caso al librito de consejos que me entregó mi comadrona el día que me visitó por primera vez. Tu cuerpo cambia mucho durante el embarazo, es evidente, pero el cambio más atroz y drástico que experimentas no se ve a simple vista. Tus hormonas están locas del coño en el primer trimestre, eso no lo ve nadie y lo más probable es que sufras todos esos miedos en silencio, porque no quieres dar a entender que te estás rajando o que te viene grande; pero no eres tú, son ellas, esas pequeñas hijas de puta que te hacen imaginarte con tu bebé en brazos llorando y piensas: ¿sabré identificar sus necesidades? ¿se me ahogará en la bañera? ¿y si le curo mal el cordón umbilical? o imaginarte en la sala de parto y mientras una enfermera te enseña tu hijo ensangrentado y lleno de costra blanca, otra te pone más puntos que los del carnet de conducir y la tarjeta caprabo juntos. Porque todo eso te lo imaginas, ya os digo yo que te lo imaginas y no puedes hacer nada. Intentas distraerte pensando en pajaritos en su nido, felices con sus crías y de repente a la mamá pájaro le tienen que poner puntos porque el último huevo le ha dejado el tema como un bebedero de patos. Pero es normal y bastante frecuente ese miedo paralizante: es tu hijo, va a depender de ti y es algo completamente nuevo que no has hecho nunca. Estarías loca si no tuvieras la más mínima duda.
Al pasar el primer trimestre crees que todo irá bien, hasta que empiezan las pesadillas y los sueños de cachorros. Las pesadillas a cada una le da por una cosa diferente, yo como tengo el subconsciente bastante perjudicado sueño con caminantes blancos a los que solo se les mata cortándoles los pies, y me tiro mutilando cuerpos congelados hasta que me despierto con sudores y ya no puedo volver a dormir, pero los sueños de cachorros por lo visto son muy comunes. Camadas y camadas de cachorritos monísimos y achuchables a los que ¡un momento! ¡tienes que amamantar tú misma! Son tan adorables... y están tan indefensos que solo puedes abrazarlos y poner la leche en un vasito. Raro, ¿eh?

Dicen que tenemos 9 meses para hacernos a la idea de que vamos a ser madres, pero si contamos que los primeros casi ni cuentan, no eres plenamente consciente hasta que te crece la barriga y lo notas cada día (que dependiendo de como sea tu cuerpo puede tardar hasta 5 meses en pasar) y que el tiempo pasa que ni te enteras, prácticamente te queda para concienciarte el tiempo que tardas en llenar las bolsas porque has roto aguas. Ahora me estoy adelantando a los acontecimientos, pero como todo pase tan rápido como han pasado estas 18 semanas y media va a ser tal cual. ¿Por qué será que siempre nos adelantamos? 


Jo, no puedo dejar de pensar en esos gatitos que intentan saltar de un sitio a otro y se caen al suelo porque son tan pequeños que no controlan la distancia entre objetos. :_(

domingo, 16 de abril de 2017

El octavo pasajero

“Y al cuarto mes y una semana la vida dijo: hadouuuuuuuken”

Eran las 8 de la mañana. Mi señor decidió que ya había dormido suficiente y me dejó toda la cama para mi, que me gusta más remolonear que a un tonto un lápiz (nunca he entendido eso, la verdad, no veo relación entre ser tonto y un gusto desmesurado por los lápices) de manera que me di la vuelta y quedé panza arriba. El momento era idílico: los pajaritos cantando en el exterior, el tacto de las sábanas fresquitas en mis pies, el gato ronroneando en mi costado y de repente algo empujó mi barriga de dentro a fuera. Medio ensoñiscada pensé “aaaaww una patadiiita”. ESPERA, ¡una patada! ¡y otra! Ahora sé cómo debió sentirse el señor ese de alien cuando esa larva empezó a abrirse paso hasta abrirle en canal, esto es lo mismo pero a menor escala, quitando lo del alien y la barriga abierta. Llamé a mi pareja y mantuvimos una conversación de lo más coherente:
Yo: ¡lo he notado!
Él: ooooooooooooooooooooh
Yo: ¡se ha movido y lo he notado!
Él: aaawwwww
Yo: aaaaaawwwwwww
Él: oooooooooooooooooooow
Y bueno, etc., etc.

Admito que la primera vez es muy raro, hasta aquel momento sólo había notado en algunas ocasiones como un burbujeo o una corriente de aire que normalmente se confunden con gases, hasta que ves que no hay gases y dices vaya, pues ha debido ser el fetillo. Pero esto es diferente: es un enano empujando con fuerza tu útero. Debo sentirme y me siento afortunada, porque no esperaba notarlo tan pronto.


Santa semana :D

martes, 11 de abril de 2017

La niña de la curva

Normalmente hacia el tercer trimestre toca hacer la prueba del azúcar. Para ello hacen el test de O’Sullivan, que consiste en beberte 50 gramos de glucosa pura y dura y que puede hacerse a cualquier hora del día, sin estar en ayunas, ya que determina si tu organismo se deshace correctamente de ella. Si sale mal (el valor es igual o superior a 140) se considera que tienes riesgo de padecer diabetes gestacional y pasan a  hacerte un test de tolerancia a la glucosa, más conocido como “la prueba de la curva” y éste tiene más telita. Debido al sobrepeso he hecho esas dos pruebas en el primer trimestre y digo las dos porque el O’Sullivan me salió mal y tuve que prepararme para la curva. Sí, la prueba de la curva se prepara tres días antes con una dieta hipercalórica específica que te deja asqueada para rato: arroz, patatas fritas, legumbres, pan, leche con azúcar y más pan. Puede parecer el cielo abierto pero para mi fue un suplicio de campeonato porque me pilló en medio de las náuseas y la desgana. Ésta prueba la hacen un solo día a la semana y la primera hora es exclusiva para embarazadas, así que cuando llegué allí me encontré con un rebaño de preñadas y todas íbamos a lo mismo. Fue una putada mayúscula porque era un jueves en el centro de Granollers. Los jueves hay mercadillo, que se traduce en 0 aparcamiento y mucha, mucha gente; así que el coche directo al parking y a cruzar los dedos.

Nada más llegar esperas tu turno hasta que te llaman (por tu nombre en mi caso) y te colocan una vía que llevarás enganchada al brazo las próximas 3 horas y de paso aprovechan para sacar la primera muestra de sangre (que dará tu nivel de glucosa en ayunas) y te dan otro frasquito de rica y reconfortante glucosa amarilla sabor “naranja” y te sientan en una silla a que te la tomes tranquilamente. No se ha notado la ironía puesta en “rica y reconfortante”. Es tan buena que tuvieron que entrar a una mujer a otra sala porque mandó la glucosa a tomar por saco tal y como se la bebió. Es gracioso porque los médicos están por ahí pululando, sacando sangre y dándote ánimos en plan “vaa que ya te queda pocooo” o “qué afortunadas, con lo bueno que está eso, qué buen desayuno”. Ojo, no está malo, es bastante líquido y bien frío entra bien, aunque la nevera del ambulatorio no estaba demasiado baja que digamos, pero me lo tomé y no eché la pota. Soy una campeona.
Y aquí viene lo más divertido de todo: esperar. Esperas una hora y te hacen otra analítica. Y otra, y otra, cuatro tubos te sacan en total. Y entre análisis y análisis no puedes moverte de la sala de espera porque no puedes ayudar a tu cuerpo a quemar calorías. Creo que algunas hacían trampa, porque se iban al piso de arriba y bajaban andando y solo nos dejaban movernos para ir al baño y con peros, porque si el de la planta estaba ocupado nos teníamos que ir al de arriba en ascensor.
Yo por suerte me llevé un libro que tengo a medias desde este verano, que aprovecho y os lo recomiendo: Sinhué el egipcio, buenísimo, lo que hizo que más o menos la cosa fuera menos tediosa. La primera hora bien, la segunda ya tal pero es que la tercera fue matadora porque además del aburrimiento llevaba en ayunas desde las 6:30 que me levanto y mi cuerpo no podía más, lo que se tradujo en un “ganas de potar aumentando” y ya me veis a mi arremangada con el tubo enganchado al brazo abanicándome con un punto de libro que por suerte era grandecito. Una que estaba sentada al lado no pudo más y se fue a vomitar. Y yo solo pensaba “por favor, no devuelvas que sino te toca volver a comer como una cerda la semana que viene” porque claro, si vomitas en cualquier punto del proceso el plan se anula y te dan cita para dentro de 7 días y yo me negaba a tener que repetir.
Cuando pasó la tercera hora (eran las 12 del mediodía y yo me había plantado allí a las 8:30) yo ya no sabía donde sentarme para que me quitaran eso. Como si me dejaban sin sangre en el cuerpo, ¡que me lo quites!


Y sales y en lo único que piensas es en desayunar y almorzar a la vez, hasta que llegas al parking y ves que te han clavado 10 pavazos. Entonces ya solo piensas en matar.

domingo, 9 de abril de 2017

12 semanas después


La principal razón por la que una preñada está deseando llegar a las 12 semanas es dejar de sentirse como el culo. La gente te pregunta cómo lo llevas  y si estás teniendo un embarazo complicado tu respuesta será que te pasas las mañanas vomitando, tienes un sueño extremo y tu cara es un volcán en constante erupción. Entonces alegremente todos te dicen que eso es cosa del primer trimestre, que en cuanto lo pasas se te quita todo. ENGAÑAOS. Es obvio que te motiva muchísimo ver cómo está evolucionando tu pequeño engendro y ansías que llegue el día de la ecografía con las mismas ansias que un niño frente a un escaparate de chocolates. Sabes que está ahí y que ya mismo llega.
Se supone que va a ser un momento lacrimógeno porque vas a escuchar su latido por primera vez, el papá resistirá las lágrimas tras una careta de macho ibérico pero el momento moñas sabes que está asegurado. Excepto si eso lo has vivido hace un mes, entonces sabes que está ahí, por lógica tiene que estar bien, pero el momento moñas se convierte en el momento histeria colectiva porque lo único que quieres es que conecten el sonido cuanto antes. Hacía un mes exacto que habíamos escuchado su corazón y solo queríamos volver a escucharlo. Es adictivo, necesitas oírlo para saber que está bien porque todavía falta para que lo notes moverse, y creedme que tener algo dentro y no poder asegurarte cada día de que continúa vivo es agobiante.
Apenas me había metido el ecógrafo por el potorro (puedo decir potorro?) ya vimos que movía un brazo. Espera, ¿un brazo? ¡Tiene brazos! ¡Y nariz! ¿Eso son las piernas? ¡Dioses! Tiene el tamaño de un ratón y ya nos está diciendo que besemos su brillante trasero, está de espaldas todo el rato. La obstetra empezó a hacer mediciones, la sangre que riega el útero, el flujo que llega a la placenta, el ritmo, el corazón y todo eso mientras la pantalla se iluminaba de rojo y azul siguiendo el flujo sanguíneo. Hubo un momento en que vimos su corazón latir. Comprobó que tenía todos los órganos que debe tener en esta fase, y una vez terminó empecé a notar que le daban calambres en el brazo y me achuchaba con el ecógrafo. Yo no sabía qué hacer en ese momento, la verdad es que era bastante molesto (todas hemos tenido un amante torpe en algún momento) hasta que resopló y me dice que va a probar a hacerme la eco por el abdomen porque se ha sobado. Ahí empezó un tira y afloja entre el feto y la doctora, que quería ponerlo de perfil para sacarle una buena foto y para eso tenía que despertarlo. “A ver si le llamamos la atención”. Jo-der si se la llamó, empezó a moverse arriba y abajo del útero, empujando con las piernecitas y llevándose las manos a la cara como queriendo decir “hija de mi vida déjame en paz” y se puso para la foto. Bueno, no del todo, porque se quedó boca abajo, pero fue lo máximo que conseguimos y oye, bien está. Por lo menos su primera “foto” no es de su culo.
¡12 semanas de engendrito! No se muy bien por qué, pero en el informe pone 12 y en la eco 12+5. Da igual, ¿no es cuki?

Ver eso ahí moviéndose con tal destreza es impresionante, y que tenga tan poco tiempo y esté tan formado, es más increíble aún. Se aprecia su nariz, su boquita, el mentón y un atisbo de genitales: parece una niña.

A las 16 semanas me hicieron otra eco, porque al parecer por el problema del tiroides estoy en el saco de embarazos de riesgo. ¿Y qué comporta eso? Nada del otro mundo: más analíticas que de costumbre y una eco con la que no contaba y que nos dio otra oportunidad para saber qué nombre le ponemos. Pero nada, que no hay manera. Ésta vez la ecografía ha sido abdominal como las de toda la vida, que la verdad es que es bastante más molesto porque aprietan la barriga y luego se me queda un dolorcillo durante un rato, pero bien. Teníamos la criba del Síndrome de Down, que salió bien, y la última analítica para ver si me sube la tirotropina. Esto último solo lo van a pillar los nacidos en los 80.
La cuestión es que me tumbé toda emocionada pensando que ya sabríamos seguro qué vamos a tener, pero entre que el feto estaba de siesta (que en coña la doctora me preguntó si la había dado de comer, y en verdad me había apretado un bocata de bar de viejo buenísimo una hora antes, así que no me extraña que estuviese de siestorro) y que no hubo manera de que descruzara las piernas, nada, que no sabemos al 100% qué va a ser. La mujer nos dijo que por el corte lateral parece una niña, pero que si no ve el tema de frente... pues que no se moja. Y oye, que esa actitud me gusta. Ahí, cruzadita de piernas está muy bien. Que le dure.

Ay qué piernecitas más monas, con sus piececitos y sus deditos. ¡Es que me l@ como!